Agilidad y Transformación Digital: O cómo no morir en el intento de ser el próximo Steve Jobs
Imagina esto: estás en una reunión de trabajo, tu jefe acaba de soltar la frase mágica: “Necesitamos ser más ágiles y digitales”.
Todos asienten con la cabeza como si acabaran de escuchar el sermón de un gurú iluminado.
Tú, en cambio, te quedas mirando fijamente tu taza de café, preguntándote si “ágil” es sinónimo de “hacer todo en dos días” y si “digital” significa “mandar más correos electrónicos”.
Bienvenido al mundo de la agilidad y la transformación digital, donde todo parece urgente, pero nadie sabe muy bien por dónde empezar.
Pero no te preocupes, porque hoy vamos a hablar de esto sin aburrirte (o al menos lo intentaré).
Vamos a desmenuzar qué significa ser ágil en un mundo que cambia más rápido que el estado de ánimo de un adolescente, y cómo la transformación digital no es solo comprar la computadora más cara del mercado.
Y, por supuesto, lo haremos con un toque de humor, porque si no nos reímos un poco, esto puede volverse tan tedioso como una reunión de Zoom sin fin.
La actitud lo es todo (o cómo no convertirte en el Grinch de la oficina)
Empecemos por lo básico: la actitud.
Sí, esa cosa que todos dicen que tienes que tener, pero nadie te explica cómo.
Según nuestra experiencia en ROI Agile (años de ayudar a las empresas a no morir en el intento de ser modernas), las personas que tienen “buena suerte” en la vida comparten algo en común: una actitud positiva.
No, no es que vivan en un mundo de unicornios y arcoíris, sino que saben que, cuando la vida les da limones, no se quedan llorando porque no tienen azúcar.
Hacen limonada, la venden, y abren un negocio de bebidas saludables.
En el mundo de la agilidad y la transformación digital, esta actitud es clave.
Porque, vamos a ser honestos, esto no es un camino de rosas.
Habrá errores, habrá caos, y habrá momentos en los que querrás tirar la computadora por la ventana.
Pero, como dijo alguna vez Albert Einstein:
“En medio de la dificultad yace la oportunidad”.
Así que, en lugar de culpar al sistema, al jefe o al compañero que siempre llega tarde, pregúntate: ¿qué puedo hacer yo para mejorar esto? ¿Cómo puedo aprender de este error y convertirlo en una ventaja?
Responsabilidad: No es solo para los superhéroes
Otro punto clave es la responsabilidad.
Y no estoy hablando de esa responsabilidad aburrida de pagar impuestos o sacar la basura.
Hablo de asumir que tus actos tienen consecuencias, y que, si algo sale mal, no siempre es culpa del universo conspirando en tu contra.
En el mundo de la agilidad, esto significa que, si un proyecto se atrasa o un cliente se queja, no te escondas detrás de excusas como “es que el sistema no funciona” o “es que nadie me avisó”.
En lugar de eso, pregúntate: ¿qué puedo hacer para solucionar esto? ¿Cómo puedo contribuir a que no vuelva a pasar?
Y aquí viene el truco mágico: no vivas el error como una mancha imborrable en tu historial.
Vivelo como una oportunidad de aprendizaje.
Porque, seamos sinceros, todos la hemos errado alguna vez.
Lo importante es no quedarse en el “uy, qué vergüenza”, sino pasar al “ok, ¿y ahora qué hago para que no vuelva a pasar?”.
Confianza: No es solo para los que tienen un perfil en LinkedIn lleno de recomendaciones
La confianza es otro ingrediente esencial.
No hablo de esa confianza falsa de los que se creen Steve Jobs después de ver una película en Netflix.
Hablo de la confianza real, esa que te hace seguir adelante incluso cuando todo parece ir en tu contra.
En el mundo de la agilidad, esto significa creer en tu capacidad para resolver problemas, para aprender cosas nuevas, y para adaptarte a los cambios (que, por cierto, van a venir, te guste o no).
Y aquí viene un consejo que parece sacado de un libro de autoayuda, pero que en realidad es puro sentido común: visualiza tu éxito.
No, lo pienses como ponerte a meditar como un monje tibetano, sino imaginarte cómo sería ese proyecto terminado, ese problema resuelto, ese cliente feliz.
Porque, como bien decimos en ROI Agile, a veces hay que creerlo para verlo, y no al revés.
Perseverancia: O cómo no rendirse a la primera de cambio
La perseverancia es otro de esos conceptos que suenan bien en teoría, pero que en la práctica pueden ser un dolor de cabeza.
No siempre es fácil seguir adelante cuando las cosas se ponen difíciles, pero aquí es donde entra en juego esa mentalidad de “no hay mal que por bien no venga”.
En lugar de ver los obstáculos como un motivo para rendirte, velos como una oportunidad para demostrar de qué estás hecho.
Y, por supuesto, no dejes las cosas para después.
Porque, como bien saben los procrastinadores profesionales, lo que empieza como un “lo hago mañana” puede terminar en un “uy, se me pasó el plazo”.
Así que, si tienes algo pendiente, hazlo ya.
No esperes a que te llegue una epifanía divina, porque, lamento decirlo, no va a llegar.
Sentido de contribución: Porque no todo es sobre ti
Finalmente, pero no menos importante, está el sentido de contribución.
Esto significa que, en lugar de pensar solo en ti mismo, pienses en cómo puedes ayudar a los demás.
Porque, al final del día, la agilidad y la transformación digital no son solo sobre tecnología o procesos. Son sobre personas.
Y si puedes hacer que el trabajo de los demás sea más fácil, más eficiente, o simplemente más agradable, estarás contribuyendo a un entorno más positivo y productivo.
Y, por supuesto, no olvides contagiar emociones positivas, porque nadie quiere trabajar con alguien que parece que se ha comido un limón entero.
Así que, sonríe, sé amable, y recuerda que un poco de entusiasmo puede ser más contagioso que un meme de gatitos.
Consejos finales: Cómo no morir en el intento
Para cerrar, aquí tienes unos cuantos consejos para prevenir problemas en tu camino hacia la agilidad y la transformación digital:
- Mantén una actitud positiva:
Incluso cuando todo parezca ir mal, recuerda que cada error es una oportunidad de aprendizaje. - Asume la responsabilidad:
No culpes a los demás por los problemas.
Enfócate en cómo puedes solucionarlos. - Confía en ti mismo:
Cree en tu capacidad para aprender y adaptarte. - Visualiza el éxito:
Imagina cómo sería ese proyecto terminado o ese problema resuelto. - Sé perseverante:
No te rindas a la primera de cambio.
Los obstáculos son solo oportunidades disfrazadas. - Contribuye a los demás:
Piensa en cómo puedes ayudar a tus compañeros y crear un entorno más positivo. - Contagia emociones positivas:
Un poco de entusiasmo y optimismo pueden hacer maravillas en el ambiente de trabajo.
Y recuerda, como bien dijo Confucio:
“Elige un trabajo que te guste, y no tendrás que trabajar ni un día de tu vida”.
Así que, si puedes encontrarle el lado divertido y positivo a la agilidad y la transformación digital, estarás un paso más cerca de no morir en el intento.
¡Buena suerte! (Aunque, no es solo cuestión de suerte).
Preguntas
Aquí tienes 5 preguntas para que tu empresa se autoevalúe en términos de agilidad y transformación digital:
- ¿Fomenta la empresa una actitud positiva y proactiva ante los errores y desafíos, viéndolos como oportunidades de aprendizaje?
- ¿Asumen los empleados y líderes la responsabilidad de sus acciones, evitando culpar a otros cuando algo sale mal?
- ¿Promueve la empresa la confianza en los equipos para resolver problemas y adaptarse a los cambios de manera autónoma?
- ¿Se prioriza la perseverancia y la resolución ágil de problemas, evitando la procrastinación y el estancamiento?
- ¿Existe un sentido de contribución y colaboración entre los empleados, donde se busca ayudar a los demás y crear un entorno positivo?
Estas preguntas permiten a tu empresa reflexionar sobre su cultura, procesos y actitudes en relación con la agilidad y la transformación digital.
Si la mayoría de las respuestas son “Sí”, ¡van por buen camino!
Si hay varios “No”, es momento de replantearse algunas cosas y podemos ayudarte en eso. 😊
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